Carlos Lobato, el biólogo friki para el que enseñar ciencias es un juego de niños
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La mantis religiosa (silbata en lenguaje local) que sale en la foto sabe que Carlos Lobato Fernández es especial y por eso mira al objetivo al mismo tiempo que el profesor, con la seguridad de estar en buenas manos. Carlos siempre suma, y aprender con él es un juego de niños.

Se define friki los 365 días del año, hasta cuando se viste de etiqueta. Sus camisetas son famosas y hay series de ficción o dibujos animados que para él son religión, como Juego de Tronos o Pokémon. Hasta el punto de que tiene clases magistrales para las que utiliza a sus personajes, al igual que a veces se vale de determinados protagonistas de Disney. Biólogo, hombre de ciencias, de hablar conciliador y sonrisa en los ojos. Pero si hay algo que lo distingue y por ello ha salido incluso en los medios de comunicación nacionales, es porque aún juega con playmobil. Más que jugar los aplica a la vida diaria, vaya donde vaya los lleva encima con la caracterización adecuada. Y cuenta la actualidad y la historia de la ciencia con estos muñecos de origen alemán que no superan los 7,5 centímetros, a los que le imprime el carácter del protagonista de ese día o, quizás, de ese momento.

Pero Carlos no es sólo amante de las camisetas frikis, playmobil, o seguidor de series de ficción que han marcado a muchos jóvenes y no tan jóvenes en los últimos años. Es más. Observador de todo ser vivo que habita la naturaleza, no es difícil verlo con mantis religiosa como el de la foto o cualquier otra especie animal explicando qué comen, cuál es su hábitat y cómo viven. Razones más que suficientes para amarlos y respetarlos.

Una vez al año afila sus conocimientos, los convierte en una discurrir original y se va con cuatro apuntes bajo el brazo en busca de la cita con Naukas, un congreso de ciencia, de la nueva, aquella que baja a la calle para que todos seamos conscientes de lo importante que son sus hallazgos, comparaciones y existencia. Si eres de los incrédulos, échale un vistazo a su cuaderno de pitágoras, La ciencia de la vida, y comprenderás que si Carlos no existiera, habría que inventarlo, porque es mentor de lo más importante del ser humano: la naturaleza. Ahora y siempre.

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