Hoy más que nunca nos hacen falta profesionales como ella y hoy, más que nunca, en nuestros pueblos. Por encima de todas las otras cuestiones que nos parecieran acuciantes para nuestra tierra, la actividad informadora en el ámbito local es, con contundencia, a la que debiéramos ofrecer mayor relieve. Porque hoy más que nunca pequeñas y medianas ciudades de nuestro sur pierden a pasos agigantados las señas de identidad que las hacen diferentes. No sólo costumbres y tradiciones de las que sólo se ocupan los medios locales, los que se quedan cuando los otros se van, esos que sólo vienen cuando hay sucesos. Me refiero a su actividad económica, la que generan las grandes pero también nuestras pequeñas y medianas empresas, familias y autónomos, claves de la imprescindible generación de empleo. ¿Quién habla de ellos si no hay medio de cercanía? De nuestro medio ambiente, de nuestra variopinta gastronomía a cuyas raíces y autenticidad apelan hoy tantos cocineros relumbrantes. Por no hablar de nuestro potencial turístico rural y cultural que hoy todo el mundo reivindica. ¿Quién si no el profesional de la comunicación local es capaz de poner foco en todo eso? ¿Quién va a dar entonces voz a estos personajes anónimos que hoy forman parte de este libro y sin los que nada se entendería de la historia con mayúsculas de este pueblo? ¿Van a venir acaso los grandes medios nacionales a dar eco a esta irrenunciable verdad? Nada se entendería de Andalucía sin ellos, así como nada sería de Andalucía sin que se viera su gente, sus comarcas y sus poblaciones en las que se asienta gran parte de la diversidad cultural del sur. Por no hablar del habla y los acentos, cada día más uniformados ante tanto mass media y comunicación global.
Me sobran razones para hablar bien de ella. Las hasta aquí esbozadas son sólo algunas, pero para hacerle justicia a esta apasionada, polvorilla y persistente mujer, necesitaría otro pregón que, encantado, ofrecería de nuevo en la plaza del Santo Cristo. Criada en las ‘casitas’ del barrio de San Antonio y, por tanto, con pedigrí de gente sencilla; desde pequeña apuntaba maneras “porque nunca andaba, solo corría”, a decir del vecindario. Y corriendo fue a cumplir su sueño: estudiar en la facultad de Periodismo. Fue la primera de Arahal en hacerlo, que no era otra cosa que vivir de lo que más le apasionaba.
Hizo sus prácticas en El Correo de Andalucía. Sus primeros contratos fueron en La Voz de Avilés y La Nueva España, pero donde este torbellino imparable se encuentra cómoda finalmente es aquí, de cerca. Y por eso se vuelve a la Campiña sevillana, a esta parte de Andalucía que se repone tras la Expo y monta Sierra Sur, Oro Verde… continúa formándose con numerosos másteres de especialización y, tras algunas distracciones laborales que la apartan del motor de su vida, sola ante el peligro, se reinventa como reina de la web y de las redes sociales al servicio de la información local y hoy es admirable, admirada y requerida en la profesión, como sinónimo de constancia, trabajo bien hecho y credibilidad. Tanto es así que nada se entiende ahora en el periodismo en esta parte de Andalucía sin que medie una llamada a esta conseguidora de primicias. Tan evidente resulta su labor que parece que, de un tiempo a esta parte, en Arahal se producen más hechos noticiables que nunca y por eso sale a diario en prensa, radio y televisión. Pero todos sabemos que lo que ocurre, en realidad, es que ahora contáis con una mirada de primera. Que suerte la vuestra con tener a esta vocera de lujo que, por arte de magia, cada dos por tres, os vuelve a poner en el mapa.
Profesional como la que más, defensora de verdades, devota creyente de su pueblo, Carmen González es sobre todo una enorme Periodista. De esas por cuyas venas no corre sangre sino noticias, de las que no se percatan del paso del tiempo cuando salta la posibilidad de comunicar. Brilla su mirada morena cuando lo cuenta, porque lo vive con la intensidad que solo entiende el que duele. Y con la misma fuerza te envuelve si te habla de su tierra y aún más si te la enseña, como si sus excelencias (su calles, su historia, sus gentes, sus singularidades…) fueran las mejores del mundo. Y finalmente tengo que creerla. Tengo que caer rendido ante su verdad. ¿Saben por qué? Porque no hay otra. O creemos en lo nuestro o perderemos lo poco que nos va quedando. Solo defendiendo lo nuestro lograremos ese valor añadido por el que todos pelean. No se trata de caer en localismos mal entendidos, sino de poner en valor las cualidades de lo auténtico, las que nadie más tiene y enfrentarnos con ellas a una economía crecientemente deslocalizada y, por ende, cada día más deshumanizada. Valoremos lo que los medios cercanos representan para la comunidad. Creamos a esta gran mujer. Su verdad os hará libres y fuertes.