De alma del Carnaval a flautista de Hamelín, es David Cintado Suárez
20
David. Su bondad es tan larga como su figura o mucho más. Sin duda, tiene el don de contar lo más censurable de las historias pequeñas sin que suene a crítica, quizás porque se le presupone su capacidad de construir. Lo he visto en su caseta De Lunares como si sólo le quedara ese día para cantar y bailar; he comprobado como las tablas del Teatro Municipal de Arahal lo transforman en bufón, bailarín, cantante o componente del club de la comedia.
Pero es camaleón y se adaptó sin problemas a la seriedad que requería ser presentador de la Coronación de la Reina del Verdeo y su pregonero, hasta que le tocó mirar de soslayo cuando el acto se convirtió por momentos en un carnaval, pero sin que sonara la vida en las notas de un pasodoble ni la crítica certera en el compás de un cuplé.
De todos estos espacios que comparte con sus amigos y con un público siempre entregado, me guardo la imagen más íntima que tengo de él: aquella en la que se ve su figura quijotesca por detrás, andando por un pasillo de la Escuela Infantil Campanilla donde trabaja, seguido por una fila de pequeños perfectamente ordenada, andando al compás de su voz, como si escucharan la flauta de Hamelín. David Cintado Suárez es muchas personas a la vez y todas auténticas. Su interior está protegido por mil capas y la mayoría la forman los corazones de quienes lo quieren a rabiar y están dispuestos a ser sus Sanchos cuando la realidad sacude su alma.
Lo veas en la Feria, en el Teatro, en la Escuela Infantil o andando por la calle, cuando su elegante porte se entrega al saludo continuado y a la sonrisa eterna, siempre es David. A la espera quedamos de verlo salir desplegando un enorme y negro telón, perderse por momentos entre sus pliegues y lanzar una palabrota más o menos cariñosa que inaugure el Carnaval de Arahal, y así formar parte de su alma.