Después de escribir el prólogo de su libro, aquél que contaba historias pequeñas, vuelvo a tener una cita con ella. Debo recordar que a Fali Lobato Arahal le gustan las historias bien contadas, más aún si se trata de reivindicar lo nuestro. Entiéndase por lo nuestro, todo aquello que forma parte de los recuerdos infantiles. Lo que ocurría en aquel tiempo en el que estar expuesto era llevarle la contraria a tu amigo jugando a los cromos, al rescate o a las bolas. Cuando para comer sano bastaba con abrir la olla o quizás la tinaja de las aceitunas ‘aliñás’ o ‘partías’. O, también, cuando la Semana Santa la anticipaban preludios de una Cuaresma dedicada a la introspección, en la que los olores de entonces definieron la palabra auténtico. Y así con todas las fiestas y tradiciones. El otoño y las castañas, la Navidad y los Belenes, la primavera y el azahar reventón, el verano y las albercas o sentarse en la puerta al fresco. ¿Por qué renunciar a lo que nos hizo posible? Ese es siempre su objetvo.
Por eso hace 7 años creó el blog de Fali, marcando el camino de quienes fuimos detrás y haciendo posible que sus alumnas aprendiéramos lo básico y lo esencial: amar Arahal por encima de todas las cosas. Porque el motivo puede ser cotidiano, pero lo básico es insistir en que el olvido no aplaste lo que dio nombre a la realidad, antes de que llegaran las nuevas tecnologías y todo sonara en inglés.
Pero Fali es más. Es hija, madre, tía y hermana entregada. Es amiga. Es discreción con límites, porque cuando algo se le engancha en el estómago y va camino del corazón, habla o, mejor dicho, sentencia. No quiere salir al estrado, pero tiene en su perfil de Twitter la foto de una de las veces en la que reconocieron su trabajo. Eso sí lo hizo su Santa María Magdalena, su banda, la de su familia, la de la sangre. Porque sólo con este anfitrión merece la pena superar el sentido del ridículo y salir de su atalaya de observadora reflexiva. Con la premisa de que escuchar es mejor que hablar y no siempre es la voz la que suena, sino los gestos, las miradas, los comportamientos, la memoria.
Esta bloguera empedernida ha dado paso a su alumna pero sin perderla de vista. Así que cuando comprueba un desvío en el camino, duda sólo un momento antes de dar un buen tirón de orejas, siempre por privado porque ella habla de tú a tú, sabe que es la forma más certera.
Su blog acaba de cumplir años y vuelve a celebrarlo. Vuelve a reconocer que necesita dar salida a su alma a través de las palabras, un poco olvidadas. Al fin y al cabo fue ella quien nos marcó el camino para contar la vida, con todos sus ingredientes. Leerla no es mirar atrás, es mirar y ver claro.