Francisco José Granado Humanes, el fotógrafo de la fe
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Ninguna época es mejor para contar quién es Francisco José Granado Humanes, más conocido como Fran Granado o @patero35, que Cuaresma o Semana Santa. Su felicidad depende principalmente de su familia a la par que de su fe. Verlo en esta época es notarle crecido, como si plantara con más afianzamiento sus pies en el mundo. El trabajo que le da de comer es la construcción pero ha conseguido hacer de su afición otra profesión, la fotografía.

Un arte que consiguió dominar sólo para captar el mejor perfil de una Virgen o Cristo, un detalle en la estación de penitencia o gloria, un instante que nadie vio excepto su cámara. Cuando llega esta fecha se le puede ver muy serio, cámara en mano y el chaleco profesional cargado de objetivos y de todo lo que necesita para cambiar de perspectiva o para que a su cámara no le falte de nada.

Siempre detrás de un cirial, en el hombro de un penitente, en una ventana por la que verá bailar los flecos de un paso de palio o apreciar con nitidez el gesto de un Cristo. Su gran tamaño, hombre alto y fuerte, no le impide tirarse al suelo para captar el paso del costalero o subirse a una ventana que le dará el plano exacto que ya tiene en su mente. Así durante años, lo que ha hecho que los boletines de hermandades lleven su huella y los carteles anunciadores tengan su impronta y su firma.

Busca el instante preciso más que la actualidad de un recorrido. Y, aunque siempre es el mismo, él siempre encuentra la diferencia. No hay duda de que se ha ganado un puesto en la historia gráfica de Arahal. Su archivo fotográfico de los últimos años tiene un valor incalculable, no sólo del pueblo, también de la Semana Santa más famosa del mundo, la de Sevilla, donde se va para que la revista especializada Arte Sacro siga siendo de las mejores en su estilo.

No obstante, por mucho que pueda contar una sola de sus fotografías, la imagen que guardo de él es aquella en la que, con su pequeño Gonzalo en brazos, cuando tenía tan solo unos meses y vestido de monaguillo de su Hermandad del alma (Jesús Nazareno), miraba por Madre de Dios a su Cristo, ‘mi gitano’ con lágrimas en los ojos, rezando para su interior y apretando al ser que, junto con su otra hija, le ha dado sentido a su fe. Y, siempre muy cerca, sin quitarle ojo, va Ana, su mujer, que arropa este cuadro familiar aunque no aparezca en el plano. Sin ella, nada tendría sentido.

Y cada año, desde hace 5 ya, nos vemos en la Madrugá, como si de una cita no pactada se tratara. A esa hora de la mañana, cuando ya el sol por Victoria ha alumbrado la pesada cruz del Nazareno, él suelta la cámara y se pega al paso, susurrando por los respiraderos del paso a sus compañeros casi vencidos o gritándoles utilizando más el corazón que la garganta, con lágrimas en los ojos.

Cada chicotá la hace suya avanzando por Madre de Dios, entonces ya no tiene ojos para nadie más que para las mecidas, las levantás, el toque de martillo, la túnica del nazareno moviéndose con el viento fresco de la mañana, ‘izquierda alante derecha atrás’. Y llama a cada costalero por su nombre, con el cariño que supone saber qué está sintiendo en ese momento. Pendiente especialmente del patero derecho, la mirada se va sin querer para el puesto debajo de las trabajaderas que siempre añorará.

En una de las pausas del programa ‘Azahares de Pasión’ que presenta desde hace dos temporadas para AION TV, nos decía hace pocos días que este año prueba de nuevo debajo de las trabajaderas formando parte de la cuadrilla de costaleros del palio de la Misericordia. Ya sabemos que el Jueves Santo de 2018 se quedará sin imágenes suyas. Compañero, estaremos cerca para que, aunque sea, tengas las necesarias y las guardes en el corazón, más por el momento que por la calidad.

Te veo de nuevo en la Madrugá, para que calmes la angustia que me provoca la bulla cuando los pasos de tu Hermandad llegan a calle Iglesia en la recta final y emocionante de su estación de penitencia. Y, como tú dirías, ¡¡ahí quedó!!!

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