Su sonrisa es la más auténtica que jamás he conocido, le sale de forma natural, toda la cara participa. Nunca ves que fuerce nada, ni palabras, ni comportamiento. Es un hombre de consenso, de humor inteligente, de extraordinaria generosidad. Y por esto cuesta trabajo hasta describirlo, porque no es nada usual. El reto de hacerle un perfil a Francisco Muñoz Pérez, 42 años de maestro principalmente en Arahal, es estar segura de que quedarán atrás muchas definiciones, anécdotas, realidades vividas en torno a un maestro que ha hecho historia en la enseñanza, por mucho que él vea su camino como algo normal y posible.
Cuando habla de estos 42 años, te resume su trayectoria aclarando que ha cambiado junto con los niños a los que ha dado clases. Pero no hubiese podido conseguirlo sin poner mucho corazón. Porque ir a dar clases todos los días es lo usual, pero él iba preparado para hablar, observar, practicar, pasear, intermediar, reír y disfrutar con su alumnado. Y eso es lo que ha transmitido en cada momento. Con un compromiso que ha sobrepasado, no sólo el horario de clase sino, además, lo legalmente establecido para sustituirlo por lo humanamente correcto. No se asusten, porque no es la intención. Les explico. Él dice que cuando un niño necesitaba ayuda fuera del centro, ha asumido ese riesgo porque, aunque a veces la intención no es suficiente, hay que actuar para mejorar lo establecido con mucho sentido común; en esto de la enseñanza, él decidió, desde primera hora, implicarse hasta el punto de conocer a sus alumnos sin necesidad de mediar palabras.
En estos días está abrumado a la par que emocionado, apenas le quedan horas para terminar una larga y fructífera trayectoria profesional, impecablemente adornada con mil anécdotas, contadas en la despedida o jubilación de muchos de sus compañeros. Como aquella vez que le dejaron, algo habitual, la oportunidad de realizar el discurso de despedida a la entonces directora Inmaculada Sánchez-Cerrudo, realizando un paralelismo entre el Coto de Doñana y el IES Europa, el centro en el que ha ejercido su profesión durante los últimos 19 años. Un instituto en el que, junto con otros compañeros -aquellos que vinieron de la segunda etapa de la antigua EGB, como Juan Bascón-, consiguió establecer las bases de una idiosincrasia que lo distingue de cualquier otro centro de estas características.
Él lo decía el otro día en Radio Paz, donde le han hecho una cariñosa entrevista, el Europa al principio era un instituto que no contaba con la confianza de las familias, hoy en día es al contrario y todo porque transmitir conocimientos con el corazón es más efectivo pero, sobre todo, es eterno. Lo conocí hace cuarenta años, es decir, cuando aún era un joven Francisco, de figura alta y delgada, tal como ahora, de andar menos renqueante pero con la misma cariñosa mirada. Además, sus explicaciones fueron tan efectivas que consiguió hasta que me gustaran las matemáticas, algo que hoy en día, cualquiera que me conozca un poco, creerá imposible.
Cambiando de tercio, porque aquí se trata de despedir a un MAESTRO, con mayúsculas, que se ha prestado a que Claudio Ramírez haga esta foto de la que dijo: «la foto muy buena pero el tío es muy feo». No estoy de acuerdo, o será que, quienes lo hemos conocido, sabemos que apenas hace falta un poco de contacto para dejar uno de esos cuartos del corazón -que diría García Márquez- para él solo. Francisco o Paco es especial, único, de verdad, de lo que ya no existe. Se va después de un curso que se ha currado a más no poder, porque sin querer, con paso firme, saldrá por la puerta grande, sin abandonar su sonrisa. Sus compañeros, su alumnado, su familia y hasta sus amigos -entre los que nos encontramos- se encargarán de que no olvide que es imposible devolverle todo lo que dejó atrás, pero su huella quedará para la posteridad.
Para quienes lo hemos observado durante años, lo veremos andando por detrás, a horas intempestivas, acercándose al instituto, porque hasta los días de fiesta comen sus animales del laboratorio. Dice que seguirá en contacto con el centro, pero las familias no podrán ir más a pedirle a la directora que Don Francisco dé clases a sus hijos. Llegó la hora de descansar un poco más y de que su familia disfrute cada hora de su bondad y generosidad porque ya ha dado a su pueblo mucho más que la inmensa mayoría, sin estridencias ni egocentrismo, sólo con calmada humildad.
El pueblo me va a permitir acabar como él lo haría: «Don Francisco, Arahal tiene el honor de nombrarte maestro de maestros». Por siempre…
Sin duda no puedo estar más de acuerdo con cada palabra. Me he emocionado sólo de recordar cada hora que nos dedicó con gran pasión ,con excesiva paciencia. Gracias Don Francisco, sin duda Maestro de maestros.
1
Sin duda no puedo estar más de acuerdo con cada palabra. Me he emocionado sólo de recordar cada hora que nos dedicó con gran pasión ,con excesiva paciencia. Gracias Don Francisco, sin duda Maestro de maestros.