José Carlos Mena Sánchez y su pluma inquebrantable al desaliento
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Con alma literaria y práctica de orientador, José Carlos Mena Sánchez quiso hacer de su pluma un instrumento impasible al desaliento. No hay sonrisa que no conozca, sobre todo las de su propio camino cuando mira a Elena, Luis y Carlos. Y así lo transmite en cada línea de sus dos últimos libros. Con el primero, cuál cocinero de la vida, se puso a elaborar una receta cuyo principal ingrediente es el entusiasmo. Pero no crean que son baladí sus palabras impresas, cada una, sobre todo las que se refieren al aliento, las ha practicado consigo mismo. Por ejemplo, aquella vez, ya agua pasada, que resultó despedido de su trabajo de orientador. Ocupación que adoraba porque le daba alas a su mente inquieta para crear historias de superación y, también, cómo no, para insuflar oxígeno a aquellas personas que sólo necesitan una mano para empezar a caminar. Precisamente un camino, en el que con las piedras que encontró hizo castillos y no precisamente en el aire. Cada minuto, entre faena y faena familiar, ha seguido escribiendo historias que seguro emocionarán, sin abandonar sus arrestos de poeta cuyos versos conjugan amor y realidad a partes iguales. Aún recuerdo esa carta, cuento, relato, sobre el alzheimer que escribió para un concurso local del Día de la Mujer. Amor inquebrantable lo tituló, el mismo que él tiene por la vida.