Mercedes López Bravo: Alma de filóloga creada con letras flamencas, rock y teatro
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Miren ustedes, escribir la reseña de una filóloga es harto complicado. Por eso a Mercedes López Bravo vamos a pedirle ante todo indulgencia, más de aquella que a diario dedica a su alumnado del Instituto Castillo de Luna de La Puebla de Cazalla. Cuenta que a este centro recaló después de pasar por varios de la provincia, entre ellos el Isidro Arcenegui de Marchena o el Carlos Cano de Pedrera, ese pueblo que en los últimos días ha estado en el ojo del huracán mediático por cosas que pasan cuando la humanidad echa mano de su lado irracional. Pero eso es otro tema que no viene al caso.

La primera vez que vi a Mercedes hablaba sobre el estrado montado en la mágica Plaza del Santo Cristo de Arahal. Presentaba el Festival Flamenco Al-Gurugú. Me llamó la atención el acierto de sus palabras, porque empezó enganchando por el cuello al público. La vi muy osada, y no precisamente por ignorante, todo lo contrario, sino porque la comparé con mi ignorancia en ese tema. Me pareció que el flamenco no podía llevarlo en otro lugar más que en la sangre y en la memoria, y así es. Por su padre, Antonio, que ya cuando ella era pequeña formaba parte de la Peña Flamenca origen de la que hoy se llama Pastora Pavón.

De pequeña vivía en calle Tahona, aunque de ella tiraba para la Barriada de La Paz los brazos de su abuela. Tiene 43 años y la música variada (desde Árcangel hasta los Rolling Stones) llena su vida de motivos para recordar, aprender, caerse y levantarse, sobrevivir a lo malo y llenarse de lo bueno para convertirlo en mejor. Y es temible cuando en su perfil de Facebook se pone a analizar la actualidad. Digo temible porque la carcajada está asegurada. Ella sabe que me gusta tanto cuando ironiza con las noticias, que su regalo de Reyes este año no tiene desperdicio. Me llegó por whastapp con ruego de no publicar, lo he disfrutado sola como los buenos momentos (iba a decir vino, pero yo no bebo alcohol). Seguro que cuando lea esto dirá: ‘Niña, no sabes lo que te pierdes’.

Mercedes López Bravo es tanto, que me faltan palabras. Es la Revista Unicornio que mantiene a pulso con un grupo de colaboradores desde 2002; es alma de drama sobre las tablas de un teatro o en el breve espacio de un aula; es imaginación inteligentemente dirigida; es maestra de vocación que pelea cada día por motivar creando. Tanto es así que ya le he pedido asistir a una de sus clases por volver a recordar cómo era el descubrimiento de la Literatura. No tengo la menor duda de que cuando llegue el momento volveré a tener 16 años y de fondo sonará la voz de aquel profesor (José María Delgado) que convirtió en vida mi ansias de saber. Y, sobre todo, en todos estos seres que lleva dentro, es esposa y madre, su hija pequeña ha heredado su pícara sonrisa, sin duda.

He de confesar que tengo debilidad por su conversación porque tiene el don de saber contar. Ese don que sólo guardan los grandes. Quienes utilizan los matices para montar una historia con la suficiente base real para que sea increíble. Con la sabiduría que la llevó a captar lo que profesores especiales como Miguel Ropero Núñez (de Sociolingüística Andaluza) le mostró sólo escuchando letras flamencas. Dice que a ella este profesor, como otros, -cita a Rogelio Reyes Caro y José María Barrera-, la enseñaron desde el corazón.

Por eso, día a día, en un instituto andaluz que divide la Campiña y Sierra Sur sevillana, intenta motivar a su alumnado como hicieron con ella.  Suerte tienen de poder recoger la semilla que siembra.

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