Modesto Barragán: los tuétanos de un periodista pregonero y carnavalero
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«No hay caricia más placentera que la que le viene a uno de sus tuétanos»…

Modesto Barragán Ríos lleva en su alma la razón de ser de un periodista, pero sobre todo de un ubriqueño. Capaz de pregonar con el corazón, de contar la actualidad hablando en andaluz, de meterse en la piel de las letras de un carnavalero y cantarlas de memoria cualquier día del año. Y todo lo hace con el don de la cercanía, con la humildad de amar en lo más profundo de su ser a su gente, aquella que pronuncia palabras cargadas de connotaciones con profundas raíces en la tierra.

Eso hizo en Arahal en septiembre de 2013 cuando pregonó la aceituna y el olivar. Por lo que se ha ganado un espacio en esta página que recorre con semblanzas el paso de sus vecinos por una vida completa de quehaceres, de tareas y trabajos bien hechos, de aficiones y colaboración solidaria, de servicios a la comunidad. Sí, Modesto forma parte de un «cachito» de historia social, porque fue un pregón que no se lo llevó el viento ni quedó en los alrededores de la Plaza del Santo Cristo, sino que siguió en las tiendas de barrio, en los supermecados, en los bancos y bares, en las cooperativas, en los tajos. Y aún sigue, gracias a que utilizó el lenguaje del pueblo, del nuestro, como ahora ha usado el de Ubrique.

Y fue por medio de la palabra, aquella que lo enganchó a las ondas y que como él dice «fue su perdición» porque cuando te pica la curiosidad de saber para poder contar, estás verdaderamente perdido. Es descendiente de petaqueros, por parte de madre, Doña Ana Ríos, y padre, Don Paco Barragán, su familia de Ubrique que lo crió con el sentido de la humanidad que hoy lo hace grande por mérito propio. Fue monaguillo y de esta manera se presentó en la Plaza de la Estrella, donde su gente lo esperaba, agradecido de que le hablase con la memoria del pueblo.

Modesto ha pregonado la Feria del Paraíso, ha sido el pregón de su sangre. Se atrevió y -a pesar de las tablas que le ha dado ponerse cada día ante miles de espectadores en el programa que dirige, Andalucía Directo-,  es la primera vez que lo vi nervioso. Nada te pone tan entre las cuerdas como enfrentarte a los que te vieron crecer y saben de todas tus vidas. Y cada palabra que pronunció fue para llevarla al cielo en busca de su padre y a un balcón desde donde lo escuchaba su madre. Y también para extenderla como un manto sobre cientos de almas que lo esperaban, donde, por hablar, habló hasta con una pareja de petaqueros que miran al caminante en esta céntrica plaza todos los días del año.

Y escuchando el lenguaje del que bebió, palabras como chaveta, máquinas de troquelar, «voitoma» (volador de cadena), pata cabra, «chivuralea» (grupos de niños y niñas) y todos los apodos que suenan en su pueblo -hasta el suyo, es de la familia de los»Porralos»-, me vi transportada a esa noche de septiembre en la que su voz sonó a pregón en la Plaza del Santo Cristo de Arahal, donde empezó otra de sus vidas, con palabras como manijero, aceitunas «partías» y prietas, «cogeores», pimpollo, sobaquera, bancadas, pagos…

Hay razones de sobra para pronunciar el nombre de este gaditano en pitagorasfotos. Por su generosidad, por su cariño, por sus palabras que trajeron a la memoria a personas que forman parte de la historia social y que jamás habían sido nombradas en los pregones. Tal como lo ha hecho en su propio pueblo, con lágrimas en los ojos por relatar tantos recuerdos, sembrando para siempre la memoria de sus orígenes. Fue directo al corazón con cada palabra que pregonaba, de frente como los valientes, no en vano es un periodista de raza. Por su currículum viajero se convirtió en un gaditano en Sevilla, televisivo de tarde, conductor de un equipo que lo mira con admiración y respeto desde toda Andalucía, vaya por delante su lema: #paraservirles.

Sólo tiene una pega. No te atrevas a llamarlo en Carnaval porque el Paraíso empezó en Ubrique pero pasa por el Teatro Falla, donde tiene una cita cada año con coros, chirigotas y comparsas. Y con la vida hecha cuplé y pasodoble empieza su año. Entonces y sólo entonces está completo.

Por Carmen González.

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