Nicolás Pérez Corzo, Nico Cars, eligió aprender directamente de la vida
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Viéndolo se podría decir que es la alegría personificada, casi siempre lleva una sonrisa dibujada en la cara. Entre sus pasiones están los coches y los relojes, apurando mucho, también barcos y todo lo que signifique lujo. Nicolás Pérez Corzo, Nico Cars para todos, es el primer nieto de un ilustre maestro de Arahal, Don Teodoro Pérez de Paz, la biblioteca municipal lleva su nombre. Maestro de maestros, nunca mejor dicho, porque él puso los cimientos de la enseñanza en Arahal tal como se entiende hoy. Nico ha vivido rodeado de libros, dentro de una familia en la que estudiar era religión, pero decidió no ser buen alumno, ‘nunca me interesó estudiar, para sufrimiento de mi abuelo’. Él es tal cual, quizás esa era la razón de que, aunque no siguiera su estela, Don Teodoro lo miró con un amor infinito hasta el final. Se crió en una casa solariega de la calle Doctor Gamero, antes Membrilla, esa desde la que se ven los mejores atardeceres del pueblo, porque cuando cae el sol le imprime un brillo especial en un intento de retenerlo para que el día dure más. Pero Nico siempre prefirió los ‘cortinales’, aquellos que dan a calle Darro, donde ideó, junto con su amigo Alberto, el panadero, las más endiabladas travesuras. Las que mejor recuerda son las que tienen relación con los coches. ‘Con 13 años le quitaba el coche a mi padre o a mi abuelo y nos íbamos por los caminos’. Ya con esa edad conducía. Reencarna la última generación de niños que se hacían hombres en la calle, aquellos que preferían aprender directamente de la vida. Y, aún así, encontró su camino. Hoy, después de haber jugado todo lo posible y más a la edad adecuada, se enfrenta al resto de sus días con los buenos recuerdos de una infancia plena y la valentía del riesgo que sólo corren los audaces. Sobre todo si va en uno de los últimos modelos de coches con los que se gana la vida.