Paqui Suárez Barrera siente sus raíces más profundas que un olivo
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En los ojos se le nota a veces un atisbo de desarraigo. Suele pasar a aquellas personas que salieron de su tierra sin querer, sintiendo un amor infinito, para emigrar buscando otro futuro, que ya es presente. Paqui Suárez Barrera, mitad arahalense, mitad paradeña, sobrepasando las 6 décadas de vida. Vive en Cornellá de Llobregat, un municipio cercano a Barcelona, al menos parte del año. Hasta allí se fue con sólo 15 años, en principio sólo para el verano, aunque detrás llegó su familia, para quedarse definitivamente.

Desde ese mismo momento, entendió que tenía que pelear por conservar sus raíces, aunque fuese a fuerza de hacerse tres o cuatro veces al año los más de 1.000 kilómetros que separan la ciudad condal de su pueblo natal. De tanto sentir nostalgia, escribió un libro, «Mi ángel blanco», en el que se recoge parte de su vida en Arahal.

Recuerdos que expuso línea a línea para describir, por ejemplo, la tienda de su abuela en la calle Mina, Asunción Carmona. Tienda de antaño, que dio de comer a muchos vecinos, un lugar donde las cuentas eran mayores que el jornal. Para entrar, había que subir unos escalones y, ahora es consciente de que la nostalgia todo lo cambia, porque cuando años más tarde entró en esa casa, los espacios no eran reflejo de sus recuerdos, todo lo recordaba más grande y diferente a la idealización de sus sueños infantiles. El viaje de vuelta a Itaca le dejó posos enriquecedores para que entendiera que las imágenes que guardaba en su mente eran el resultado de la época más feliz de su vida.

El nombre de Asunción Carmona, la tendera de la calle Mina, tiene hoy una plaza al final de ese barrio, el barrio del agua. Nombre dedicado por iniciativa popular, porque en aquellas época de penurias, cualquiera que tuviera un negocio, era vecino y benefactor, cuidador de las necesidades más básicas, lugar donde se prestaba para comer. Asunción está en el recuerdo de quienes fueron vecinos de la calle Mina, como ha ocurrido con otras tiendas de otros barrios, donde la humanidad era valor de cambio.

Paqui ha vivido entre estos dos mundos, y aún sigue viviendo, con el corazón partido. En Cornellá cada vez que viene deja a sus dos hijos, Juan Manuel y Nuria, y sus nietos, vecinos y amigos. Cuando sale de Arahal, se lleva recuerdo de familiares que van desapareciendo, «se van yendo uno a uno», dice. Una mueca de tristeza deja otra arruga de nostalgia en su rostro. Sus raíces parecen milenarias, como la de los olivos, por eso necesita conectar con esta tierra, beber de su luz, rezar en la calle mientras ve a su Cristo de la Misericordia, oler el azahar y los claveles, sentir la temperatura de una larga tarde de verano.

Ahora busca un rincón en Arahal donde poder volver, un rincón sólo suyo. Porque sabe que no se podrá quedar definitivamente, pero sentir que cuatro paredes la esperan le da esperanza a su alma emigrante. Está segura de que mientras siga alimentando las raíces, con luz, rezos y azahar, seguirá siendo Paquita para sus amigos arahalenses que siempre la tienen presente.

A tu espera quedamos, para cuando necesites un ratito de charla. Mientras, en las redes, encontrarás la estela del Arahal que contamos, día a día.

 

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  • José Antonio Martínez Rodríguez abril 25, 2018

    Estimada amiga Paquita te digo de corazón que Carmen González, ha descrito a la perfección la categoría humana y el gran corazón que te atesora. Esta profesional ha efectuado un exhaustivo análisis sin perder un atisbo y mirando cautelosamente tus raíces y tu niñez en el barrio del agua (Calle Mina).
    Eres el prototipo de mujer que no pierde su esencia y su querencia por el pueblo que te vio nacer, y por ello me siento muy orgulloso de tenerte entre mis amistades predilectas.
    Por cierto, felicitar a Claudio Ramírez por esa preciosa estampa instantánea que hace reflejar a una persona feliz con su familia, sus amigos y sus paisanos.

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