Para sustituir a Manolo Blanca, ‘El Mazaroco’, han hecho falta tres versiones de sí mismo
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Por Carmen González:
Sí, para sustituir a Manolo Blanca, ‘El Mazaroco’, han hecho falta tres versiones de sí mismo. Para sustituirlo y mejorarlo, por eso de que los tiempos cambian con la intención de que surja un público cada vez más exigente. Demetrio, Jorge y Silverio han tenido la ardua tarea de continuar con el legado que su padre comenzó a crear en 1973.
Hoy, la internacionalmente conocida como Bodega La Mazaroca -digo lo de “internacionalmente” porque cualquier día de la semana puedes ir y encontrarte con familias hablando idiomas y acentos diferentes- ha evolucionado utilizando lo mejor de su historia, con la excelencia de recetas que van infinitamente más allá de la taberna con olor a saladitos y vino que retienen los recuerdos de los más mayores del lugar.
Y es que no se trata de un solo factor, en La Mazaroca confluyen muchos. Se dan cita recuerdos de antaño en forma de cartel, aparatos que pertenecieron a otras épocas o fotografías con firmas ilustres, la mayor parte donados por cientos de clientes que han pasado por el lugar para convertirlo en espacio con raigambre centenaria, museo de estirpe convertido en máquina del tiempo. No en balde, ir buscando mesa en La Mazaroca es, a la vez, recorrer la historia pequeña de Arahal, la de personajes populares que se solapan con figuras del cante, del toque y del baile.
También suma que toda la descendencia de esta familia atienda a orígenes flamencos. No se puede dejar de citar que tienen genes del Maestro Blanca, barbero, guitarrista y portador de unas formas en el trato que han llegado hasta estos días en los que las redes sociales le toman el pulso a todo, analizándolo con lupas a veces desde el desconocimiento. Su origen es razón más que suficiente para que los hermanos Blanca sean aficionados al cante jondo y sus mejores voces, que escuchan en tablados o grandes escenarios en el escaso tiempo libre del que disponen. Y así, en forma de imágenes, traen estos momentos para colgar en otro trozo de pared más de su establecimiento, donde parece que se estira el espacio para volver a contar otra historia.
«La Casa de Dios»
Pero los hermanos Blanca, los de hoy, siguen con su firme convicción de que ellos no hacen más que continuar un legado al que el padre llamara “la Casa de Dios” por eso de que en esta bodega, de formas estrechas y alargadas, situada en la calle Óleo, donde la mayoría de los días no cabe ni medio cuerpo más, es todo el mundo bienvenido.
Hay días que llegar a este templo de la cocina con mayúsculas, es adentrarse en una torre de Babel, donde nunca te sientes extraño porque, por mucho tiempo que te lleves sin ir, uno de los dos hermanos que atienden la singular barra, Demetrio o Silverio, sale a tu encuentro, te llama por tu nombre y, antes de que termines de pedir, tienes lo esencial a tu alcance. Es el legado de saber que la cortesía, por muy alto que se llegue, nunca hay que perderla porque, al fin y al cabo, todos acabamos sentándonos sobre el mismo lugar.
Y, si te asomas al corazón de este espacio gastronómico por excelencia, donde tiene su reino Jorge Blanca, con su impecable chaqueta de cocinero, no entiendes cómo en tan pocos metros cuadrados y con ese perfil de joven profesional, pueden salir platos que se convierten en experiencias antes incluso de probarlos. A los tres hermanos les puede la timidez, a pesar de haberse criado detrás de una barra, de haber superado con creces la prueba de dar continuidad a un negocio que forma parte de los recuerdos de la infancia de muchos vecinos de Arahal, nada más y nada menos.
Esto no es más que una humilde reseña de la Bodega La Mazaroca, biblia de la gastronomía con origen en Arahal pero creada para disfrute del mundo.