Pepa Álvarez, el paso por la vida de la contadora de historias
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Tengo que quererla porque compartimos algo especial: a las dos nos encanta contar historias. Ella con imágenes, yo con palabras.
Estoy segura de que Pepa Álvarez no querrá que cuente cuántas cosas ha hecho en su vida, por eso tendré que pedirle perdón por estas breves pinceladas reunidas con la ayuda de una persona muy especial para ella, de nombre Lola. Ha sido directora y guionista en cortos y documentales, script en películas tan nombradas como ‘Los invitados’ (y algunas más), realizadora. Ha visto durante los últimos años el mundo a través del objetivo de la cámara, y ha conseguido reconocimientos como el primero de los VI Premios de Comunicación Audiovisual de la Radio Televisión Andaluza (2001). Pero nada de esto te contará aunque hables horas con ella.
Después de conocerla lo suficiente, sé que odia salir a un escenario y no puede pasar sin fumar. Que le cuesta estar parada y come ‘como un pajarito’, según expresión de su propio hermano, Antonio; que no le gusta dar consejos, pero no le cuesta nada describir con normalidad los sentimientos más complicados, de pura humanidad. También he visto en sus ojos que ha llegado a la jubilación anunciando cuál será la próxima historia que quiere contar, a la que no pone fecha. Pero no puedo describir su día de hoy sin decir que ha sido mujer inquieta y luchadora, acostumbrada a romper los moldes más tradicionales. Fue la primera mujer en Arahal que estudió Derecho y lo ejerció incluso en el frente sindical de la UGT. Pero su vida era otra y en su búsqueda fue.
El último de sus documentales, ‘La bicicleta de John Kerry’ ha vuelto a mirar con sentimientos encontrados un tema sobre el que Arahal pasa, por costumbre, por indiferencia: la relación entre la Base Aérea de Morón de la Frontera y el entorno. Historias de amor y odio que contó como sólo ella sabe hacerlo. Aquí fue donde coincidimos. Pero en esta relación que no se hace pesada (ninguna de las dos necesita de roces) he aprendido a ver que Pepa, cuando se despide, lo hace calladamente.
En cada historia ha quedado algo de su espíritu inconformista a la par que realista. Pero sin duda fue en el documental sobre su sobrina María Illanes en el que dejó la mejor parte de su alma, aquella que se quedó en un camino del valle de Mangola (Tanzania). Y a pesar del profundo dolor, consiguió contar una historia de esperanza sobre una juventud dispuesta a darlo todo por ayudar a los demás. El día que se estrenó este documental en el Teatro Municipal de Arahal, el patio de butacas se convirtió en un campo africano donde los espíritus encontraron el camino a seguir, guiados por su mirada.
Ahora camina hacia otra etapa de su vida, dejando claro que cada arruga se la ha ganado a pulso. Y, a poco que la observes, podrás ver la mirada pícara de esa niña de 10 años que leía con avidez incluso la hoja del periódico que envolvía el pescado comprado por su madre para comer ese día. Porque cuando naces con un espíritu inquieto, la edad sólo le da tregua pero no lo deja dormir.