El atardecer de las costureras. Este es el título que sugiere el fotógrafo y nos rendimos a su visión. El atardecer de la calle Huerta merece una parada. Indolencia en el Sur, cuando ya el día no merece más actividad que coser en la puerta al fresco. Quien dice coser, dice hablar del día acontecido, del recuerdo con nombre propio. Vecinas renuevan sus costumbres, pero se niegan a perder la oportunidad del encuentro en estrechas aceras, suficientes para su desahogo diario. Cae la tarde como manto certero sobre Huerta, conexión entre Mina y Pilar. Céntrica pero sin nombres célebres, resguardado de vientos, lugar de paso. Siempre de casas y gente humilde que han logrado renovar fachadas e interiores. Las plantas superiores y balcones a la calle predominan ya abriendo paso a la modernidad. No es una calle nombrada pero sobrevive en la memoria de quienes la habitaron o pasaron por ella sin remedio. Aquí queda la invitación para dejar sus recuerdos, hágase la voluntad de quienes nos siguen.