Reconocer la luz de septiembre. Saber definir sus contornos en un cielo más claro si cabe. Y hacerlo desde un banco anclado en la tierra, con olor a olivo verde y a fruto maduro, con olor a vida. Septiembre es un paseo con libros nuevos, con zapatos que se cierran al fresco, es un volver a empezar con proyectos agostados por el calor del verano, que empiezan a espabilar. Septiembre es un paseo de tardes más cortas que busca el invierno con las voces estivales todavía en las calles, voces que se niegan al encierro y a la penumbra. Lo mejor del final del verano es septiembre porque se vive con aires de cambio. (Carmen González)