Rafael Frías Fernández, toda la vida de guardacoches del mundo del flamenco
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Cuando en Arahal se organiza un espectáculo de flamenco, Rafael Frías Fernández (71 años) se acicala, bien peinado y correctamente vestido, sale de su casa a paso ligero. Sabe que esa es su noche. En este mundo por el que se siente pasión o indiferencia, lo conocen como el Guardacoches del Flamenco porque su sabiduría sobre este arte se extiende hasta el siglo XIX con cantes que se oían a 78 revoluciones, en discos de pizarra que hoy tiene a buen recaudo. En ellos aprendió a cantar y a su ritmo se adaptó. Por eso a los grandes de este arte les gustaba hablar con él cuando pasaban por Arahal y paraban sólo para verlo.

El Cabrero, Enrique Morente, Miguel Vargas, Chano Lobato, Niña Pastori, Romerito de Jerez, José Luis Postigo, así podíamos seguir hasta llenar este espacio para la reseña. Porque todos conocen o han conocido a Rafael. Y de hecho han venido expresamente a verlo en cualquiera de los destinos en los que ha estado como guardacoches. El bar Los Tres Gatos y el Hostal Restaurante Nueva Andalucía fueron lugares de encuentro para Rafael y sus cantaores.

Él recuerda que paraban para verlo y, sobre todo, ‘para que yo les hablara del flamenco antiguo de Pastora Jerezana, La Pompi, La Serrana, Milagrito, La Macarena’, nombres que pronuncia rápido, como retahila repetida. Era el flamenco del siclo XIX, del que bebió para luego cantar. ‘Me dicen que canto muy rápido y es que lo hago como aprendí de los discos de pizarra de 78 revoluciones’. En la Peña del Cerro del Águila de Sevilla, el guitarrista Juan Real llegó a decirle que ‘si el disco estaba rallado, el guardacoches cantaba rallado’, de lo bien que imitaba los cantes de antaño.

Tan bien conocía al elenco de artistas flamencos, incluso a los aficionados, que se sabía de memoria todas las matrículas, por lo que inmediatamente identificaba quién venía dentro y cómo sería la tarde o mañana. Un día llegó un aficionado con coche nuevo y cuando entró en el bar pensó que no lo había visto. Pero sin poder evitarlo, ya había grabado la nueva matrícula en su mente. Como ha hecho con conversaciones y anécdotas. Entre las que destaca el día que llegó El Cabrero a Los Tres Gatos y preguntó por él. Fueron a buscarlo a Los Cabales y, después de invitarlo, le dejó de propina 5.000 de las antiguas pesetas. Era víspera de Navidad.

Su casa es un museo donde guarda todo lo que le han regalado, y los galardones de los homenajes que ha recibido, uno de los más especiales, aquí en Arahal, por los componentes de la Peña Cultural Flamenca Pastora Pavón, la Niña de Los Peines, a la que pertenece.  Estatuillas, cuadros, fotos con los mejores y hasta partidas de nacimiento y defunción de numerosos artistas del flamenco, en su mente dan vuelta los años para relatarlos de memoria. Manuel Vallejo, Jiménez de Pinilo, Chano Lobato, o también el acta de casamiento de otros.

Lo cierto es que Rafael Frías tuvo que nacer en otra época con más posibilidades porque esta sabiduría debería quedar registrada en forma de crónica o crítica, de manera que no se perdieran en el hilo de los recuerdos las conversaciones con los que han hecho posible que el flamenco mueva a cientos de miles de aficionados en todo el mundo. Para acompañar al otro arahalense sabio en flamencología, Manuel Bohórquez.

 

 

 

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