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No hay en Arahal unos ojos más dulces que los de Rodrigo. 74 años de infinita inconsciencia guardadas en una mirada que sonríe al primer encuentro y que, incluso cuando el resto de su cuerpo se frunce, sigue irradiando lo más limpio de la infancia. Casi todo el mundo conoce sus andares subiendo la cuesta de la Fuente desde la calle Murillo, donde ha vivido siempre. Y también conocen su presencia en cada uno de los eventos que se organiza en el pueblo, porque durante años ha insistido en formar parte de una sociedad que, muchas veces, ha sido injusta con su presencia. Porque sí, seguro

Posted on febrero 02, 2019 by Verbigracia in Uncategorized