Quizás esa mirada plácida de este romántico artista, nos haga dudar, y sobre todo, confundirnos a los que lo conocemos de sus interminables y variopintas épocas. Esa intensidad relajada nos lleva a dimensiones coloristas, que a la vez retocan el añorado blanco y negro. Aunque ahora pose como un Dalí que encontró su Gala inspirativa.
Quizás esa sonrisa clavada en su rostro, tan impenetrable como el del mejor Marlon, nos guiña una pícara muesca más para su revólver, que dispara atrayendo momentos únicos e irrepetibles para darles una vida casi eterna.
Quizás esa postura de guerrero tocado por las Valkirias, que place cómodo tras miles de batallas en su habitación del Valhalla, donde se conoce pleno, inmenso, por haber absorbido todos los instantes que la mortalidad le ha ofrecido.
Quizás, pero quizás no . . . o quizás . . . sí. Nos trasladamos como un film fiction a los años setenta, donde un chico de pueblo, ahogado por un aureola inmensa de influencias musicales atrapaba su rebeldía; condicionándolo a ideas tan progresistas y liberales como transmitían ingenuamente sus idolatrados héroes; Zappa, Clapton, Hendrix . . . . Ese desvelo de post rock, muy equidistante de recónditos lugares como era nuestra tradicional Campiña Sevillana, fluyen para sacar la personalidad de nuestro hombre, y lo mejor; su creatividad artística.
Fotógrafo; esa es su nueva arma de expresión, que resalta sentimientos, que patalea ante lo injusto, que desvela la belleza, que nos despierta del letargo sedentario en la que entran nuestras simples mentes ¿simples? Un oficio, que tras una compleja rama de aficiones, un hada “inmadrina” le trastoca, cambiando su ficticia guitarra eléctrica por una cámara de fotos, pisando los pedales más agresivos y estridentes tratando de atraer enigmas intrascendentes modificando sonidos e imágenes.
Nuestro personaje no es nada simple, puesto que su mente siempre vive la intranquilidad de abastecer sus palpitaciones creativas. Un artista de convicción, de necesidad espiritual. Su obra siempre otorga esa casi inseguridad de que lo realizado ya pasó, de volver a un nuevo proyecto cuando no se ha terminado el actual. Ilusión en cada momento imaginativo, en cada génesis, emanando poros inciertos de manipulaciones imposibles. ¿Surrealismo? (. . .) ¿Quién sería capaz de definir sus artes?
Un paso adelante, le pedimos los que románticamente aun creemos en él. Verle por nuestro pueblo nos hace recordar al artista que huye de esa turbulenta orla de construir que le persigue perpetuamente. Si somos capaces de mirarle directamente a los ojos como él mira a la cámara, QUIZÁS le encontremos.